En el abordaje clínico de las adicciones, es esencial ir más allá del síntoma visible —el consumo— y comprender su función psicológica y emocional. Ninguna conducta adictiva aparece de forma aislada o aleatoria: suele cumplir un propósito profundo en la vida de quien la desarrolla. Más que una “mala decisión”, el consumo funciona muchas veces como una estrategia de autorregulación emocional frente a un malestar interno persistente.
Consumo y autorregulación emocional
Muchas personas con conductas adictivas han atravesado experiencias relacionales marcadas por el abandono, la negligencia emocional, la falta de validación afectiva o el trauma temprano. En contextos donde no se favorece el desarrollo de herramientas internas para sostener y elaborar las emociones, el consumo puede surgir como un intento —eficaz a corto plazo— de regular estados emocionales intensos.
El uso de sustancias, el juego patológico o las conductas compulsivas no aparecen solo como evasión, sino como un intento adaptativo de sobrevivir al dolor psíquico. Pueden calmar la angustia, modular la hiperactivación del sistema nervioso o generar una desconexión momentánea del sufrimiento interno.
Una lectura desde el trauma
Desde una perspectiva basada en el trauma, entendemos que muchas adicciones emergen como formas de afrontamiento ante un sistema nervioso crónicamente desregulado. Personas que han vivido experiencias adversas en etapas tempranas o relaciones marcadas por la inseguridad pueden permanecer en un estado constante de hiperactivación, hipervigilancia o disociación. En ese contexto, el consumo ofrece una regulación inmediata —aunque artificial y transitoria— que permite, al menos momentáneamente, aliviar el malestar.
Como señala el Dr. Gabor Maté:
“La pregunta no es por qué la adicción, sino por qué el dolor.”
El riesgo de la mirada moralizante
Cuando se aborda la adicción desde una perspectiva moral o punitiva, se corre el riesgo de invisibilizar la función que el síntoma cumple en la economía psíquica del paciente. En lugar de facilitar la comprensión y el tratamiento, se refuerzan la vergüenza y la culpa, elementos que perpetúan el ciclo de sufrimiento y aislamiento.
Un abordaje integrador y compasivo
En Naz Centro Terapéutico entendemos que dejar de consumir es solo el comienzo. Lo verdaderamente transformador es acompañar a la persona en la elaboración del dolor emocional que subyace al consumo. Por eso, en nuestros procesos terapéuticos:
- Exploramos la función emocional del consumo en la historia personal.
- Trabajamos con el cuerpo, el sistema nervioso y los vínculos, integrando enfoques psicoeducativos, psicocorporales y relacionales.
- Fomentamos la conexión con el mundo interno desde la seguridad y la presencia.
Recuperarse no es solo dejar de anestesiar, sino desarrollar nuevas formas de sentir, sostener y resignificar la experiencia emocional.